jueves, 19 de mayo de 2016

REGIONALIZACIÓN COHERENTE A LA CONSTITUCIÓN: (1) CASTILLA Y LEÓN, CANTABRIA Y LA RIOJA

En todos los estados se plantean la ordenación del territorio de acuerdo a un funcionamiento más o menos racional e institucional, y puede aplicarse de acuerdo a infinidad de factores, como la cohesión territorial, economía, cultura, religión, lengua, etc. La ordenación territorial es interdisciplinar y se lleva cada vez más a cabo con extensos análisis y estudios de aplicación que involucran prácticamente a todos los aspectos de la política y de la vida, por lo que es raro que cualquier decisión política no tenga una implicación territorial. En la mayoría de los casos, como parte de la política, la planificación del territorio se realiza en las mismas decisiones del resto de tareas del poder y por ello está sujeta a múltiples intereses particulares; grupos de poder o presión o subordinaciones externas. Todo esto hace pensar que la ordenación del territorio no tiene porqué adecuarse a un deseable equilibrio interno y externo del estado o a un beneficio integral del conjunto del territorio como sería deseable.

El buen ejercicio del planeamiento del territorio debería vertebrarse idealmente como un sistema jerárquico, donde las partes están interrelacionadas y diferenciadas de acuerdo a distintas funciones estratégicas dadas por premisas geográficas, y que integren al conjunto en un sistema económica, política y socialmente eficiente y en equilibrio, que supongan paz y prosperidad. En la práctica el planeamiento del territorio no es perfectamente eficiente ni está en equilibrio pero tiende a él, ya que las distintas fuerzas en liza tienden a transformar las estructuras territoriales para ajustarlas a la economía y demografía y lograr un mayor equilibrio, lo que provoca en la mayor parte de las ocasiones choques de intereses que dan lugar a los hechos convulsos conocidos de la historia. Aunque aparentemente la oposición de fuerzas en el plano internacional y durante la historia ofrezcan una imagen caótica y anárquica de voluntades, éstas se han comportado como una adaptación a situaciones cambiantes del clima, la demografía o a la evolución de técnicas que afectan a la economía y la guerra.

El ordenamiento del territorio se aplica a nivel estatal, regional y municipal, pero depende en último término de la geoestrategia, o conjunto de intereses de poderes que muchas veces son ajenos al territorio en cuestión, ya que todos los territorios están interrelacionados, proceso que va en aumento, y los poderes, que son los entes de decisión, son también cada vez más globales y jerárquicos.

La estructura territorial actual

Actualmente en España el planeamiento del territorio obedece a una esquema de regionalización creada a principios de los ochenta que en muchos casos rompe con la tradición sostenida por miles de años. Las consecuencias de la nueva estructura son muy profundas si tenemos en cuenta que las nuevas regiones poseen un grado de autogobierno tan fuerte que en realidad constituyen poderes que de hecho tienen más capacidad de decisión que el propio país, por lo que estamos en un periodo en el que la disgregación de las decisiones regionales debilitan y desestabilizan a un estado que debiera ser el árbitro del planeamiento del territorio para garantizar el equilibrio de las mismas regiones. La disgregación del estado se relaciona también con un debilitamiento del mismo respecto al exterior, por lo que las regiones en último caso se ven perjudicadas por formar parte de un conjunto en cierto modo descabezado, ya que la unión de intereses del país se ha ido transformando cada vez más en la unión de varios intereses regionales (los de las regiones más influyentes dentro de España) que además en algunos casos son contrapuestos al resto del país.

En la transición política hacia el régimen actual intervinieron numerosas facciones, no solo de tipo ideológico, sino de intereses financieros y territoriales y de alguna forma también externos, que en sus pujas crearon una estructuración regional llamativa. En la constitución de 1978 se ordena la nueva regionalización de acuerdo a conceptos como región histórica, provincias limítrofes, nombres históricos, capitales históricas, etc, que dan idea de una importancia jerárquica dada por la historia en una regionalización que en muchos casos no se corresponde con una visión objetiva de la historia ni con un respeto por la tradición histórica y cultural, que son las que deberían tenerse en cuenta a la hora de articular el territorio.

Los casos de Castilla y León, Cantabria y La Rioja

La actual Castilla-León es una composición de dos regiones, que como su nombre indica, son las anteriores del Norte de Castilla o Castilla la Vieja y de León, y cuyas trayectorias históricas se plasman en el propio escudo de España, donde están representadas en dos (el león rampante y el castillo) de los cinco símbolos regionales de armas que se consideran de las regiones fundacionales de la España moderna.


Identidad y regionalidad en León 

De ellas, la región de León, tiene una tradición histórica que se remonta a los pueblos íberos prerromanos. En concreto a los astures, cuya superposición corresponde exactamente al posterior Convento Jurídico romano de Asturum, que era una subdivisión que inicialmente formaba parte de la Tarraconense y después de la provincia romana de Gallaecia. El convento jurídico se mantuvo después del dominio romano. La estructura territorial de los conventos y diócesis romanas cobra una gran importancia, de acuerdo al uso civil y eclesiástico que adquieren hasta muchos siglos después. Por ejemplo, durante la reconquista existían unas leyes que se referían a la restitución de las antiguas diócesis cristianas (provincias romanas) y conventos jurídicos, previos a la dominación musulmana, así como a sus sedes, ciudades o cabezas de estas diócesis. Muy probablemente sea por ello por lo que el antiguo convento de Asturum se convirtiera en un nuevo reino cristiano, llamado en la reconquista León, por su nueva capital homónima, que deriva del nombre latino de Legio. Por tanto esta ciudad, que ha sido capital de un reino durante siglos y cuyo territorio hereda otros muchos siglos de identidad cultural propia se encuentra en la actualidad sin ser capital más que de una provincia. Su antigua regionalidad no está hoy respaldada por ninguna institución que represente a esta parte de la cultura, la historia, el patrimonio, las posibilidades y su futuro en España.




Identidad y regionalidad en el norte de Castilla

Así mismo, aunque con menos duración en el tiempo, existió el Convento Jurídico romano Cluniensis, cuya identificación territorial también se hace evidente si superponemos su territorio al del reino de Castilla, lo que luego se vino en llamar Castilla la Vieja. Esta incluía en un principio el actual País Vasco. Estaba formada también, desde entonces hasta los años ochenta, por Cantabria y La Rioja.


La capital de Castilla la Vieja era Burgos, una capitalidad secular arraigada que se perdió al formarse la autonomía de Castilla y León. Con ello, también se perdió en realidad la regionalidad fundacional del norte de Castilla. Otras partes del norte de Castilla con menos entidad histórica que León o Burgos se desgajaron del Norte de Castilla y se convirtieron en autonomías. El caso de Cantabria en la regionalización actual es algo sorprendente, aunque puede justificarse en cierto modo por la existencia del pueblo cántabro y su continuidad breve como Conventus romano Cantabrii y después visigodo. Su diferente clima y economía; el mar; su importancia demográfica respecto a la meseta o la significación destacada de Santander como nueva capital de región, junto a otras posibles razones. De hecho en momentos del siglo XIX Cantabria aparece como una región distinta de Castilla. La Rioja en cambio es un elemento aún más llamativo en las nuevas regiones, ya que a pesar de que hay ciertas diferencias geográficas distintivas y una identidad étnica comarcal muy marcada, su entidad territorial no se corresponde con la actual autonomía riojana por excederse hasta Álava y Navarra. La Rioja no fue anteriormente reino, ni conventus, diócesis o pueblo prerromano destacable. Es cierto que La Rioja perteneció por breve tiempo al Reino de Navarra. Sin embargo su pertenencia a Castilla está presente en su raíz común con los pueblos celtas que luego se englobarían en el conventus romano de Clunia, y posteriormente con su heredera Castilla, a las cuales perteneció la casi totalidad del tiempo hasta ahora. Su esencia castellana está corroborada también por su papel fundacional de la identidad castellana, demostrada con la existencia del primer escrito en castellano, en el monasterio riojano de San Millán de la Cogolla. Su identidad y mayor importancia se encuentra entonces en la conformación de Castilla y en particular al norte de Castilla, cuyo centro natural es Burgos.

Identidad y regionalidad en el centro de Castilla-León

Los límites entre los conventus de Clunia (después Castilla) y Asturum (después León) fueron variables, ya que en la época en que la Tarraconense incluía la Gallaecia, el conventus de Clunia se extendía por buena parte Asturum, pero al crearse la Gallaecia, el conventus de Asturum extendió su límite adentrándose en Clunia hasta coincidir con lo que después llegó a ser el Reino de León.

Las regionalizaciones posteriores siempre incluyeron a León y a Castilla por separado de acuerdo a la importancia y exclusividad distintas de sus historias, culturas y lenguas, con aproximadamente los mismos límites hasta el siglo XIX. Durante algunas épocas breves el Reino de León incluye a las casi siempre castellanas Valladolid y Palencia, lo que no hace más que reflejar que, a pesar de la importancia del primer reino de Castilla, heredera de Clunia, existe una zona de transición entre León y Castilla, distinta de algún modo a las dos y que dicha zona se corresponde además con el antiguo pueblo prerromano de los Vacceos. A esta parte, que incluye Palencia, Valladolid, Ávila y Segovia si que le podría corresponder el nombre de Castilla-León, con su capital en Valladolid, una ciudad con una importante historia a nivel nacional por ser la corte de España en varios momentos y su sede judicial, además de ser la actual capital regional de la autonomía más extensa. 

Identidad y regionalidad en Salamanca y Zamora 

Por otro lado, las restauraciones de diócesis y conventus de la reconquista se excedían a veces por diversos motivos sobre otras diócesis. La principal razón era avanzar sobre territorio dominado por los musulmanes. La reconquista española guardaba una estrecha relación con Roma, tanto por la ayuda facilitada de otros reinos europeos para ayudar en la reconquista, como en los compromisos que los nuevos reinos cristianos peninsulares adquirían en este proceso. La prioridad territorial durante la reconquista era recuperar territorios , y seguidamente se atendía a la política de restauración de la diócesis o conventus anterior sobre el terreno reconquistado. De esta forma el Reino de León ocupó el conventus de Asturum, como correspondía, pero fue más allá y añadió Salamanca y Zamora al reino. Estas zonas habían sido del Convento Emeritense, en la Diócesis de Lusitania. Vetonia ocupó originariamente la mitad norte de Extremadura, la provincia de Salamanca. Por motivos de expansión al sur de los reinos cristianos, se creó la continuidad geográfica del Reino de León. León asumió en su territorio a Salamanca y Zamora porque el citado reino tenía cierto derecho de beneficio de anexión de esta parte norte del Conventus Emeritensis (aún vigente como obispado para los cristianos que quedaron resistiendo bajo ocupación musulmana) como compensación por hacer posible la restauración posterior del resto del Convento Emeritense, que se correspondería con la actual Extremadura. A ésta región perteneció más tarde en alguna ocasión las provincias de Salamanca y Zamora. Las dos presencias culturales, León y anteriormente Vetonia, Convento Emeritense o Extremadura, dejaron a esta zona como una identidad cultural en un interregno entre León y Extremadura, lo que unido a la relevancia singular de Salamanca como una legítima capital regional, determine de forma legítima a la provincia de Salamanca y parte de Zamora como otra región diferenciada y con capital en la ciudad de Salamanca. 
Conclusión. Esta es la estructura territorial más adecuada en Castilla y León, Cantabria y La Rioja, según lo expuesto y de acuerdo a un análisis fundado en el respeto a la historia, la cultura de estos territorios y la importancia y significación histórica de sus principales ciudades. Se muestra además una división de tres de estas regiones en grandes comarcas funcionales o pequeñas provincias, entidades que se adaptan en mejores condiciones que las actuales provincias por su mayor cercanía, tamaño, población, aprovechamiento de importantes enclaves culturales y relieve.




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