jueves, 17 de marzo de 2016

 LAS DESTRUCCIONES DE CARTAGENA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS 


Cartagena es una ciudad muy antigua. No es de extrañar que haya pasado a lo largo de su historia por asedios, destrucciones y expolios que han borrado en muchos casos las huellas del pasado. Su posición marítima en un puerto natural, en un pasillo entre África y Europa, unido a la existencia de minas cercanas, atrajeron unas veces el interés de invasores para construir los pilares de su expansión y otras de enemigos que querían cercenar esta posición, aunque todos con motivos geoestratégicos.

Ya en tiempos de los íberos se debió transformar este asentamiento de nombres (Mastia, Testa, Contesta, etc) y orígenes imprecisos, cuando llegaron los cartagineses para establecer su capital en la península. A pesar de la corta estancia de este pueblo aquí, no llegó a treinta años, los romanos describen a su posterior llegada la importancia de las construcciones que encontraron en la ciudad, como las altas murallas y los templos sobre las colinas. Se llega a mencionar además que solo en las minas cercanas trabajaban unos 40.000 exclavos, y se habla sobre la diversidad de oficios que enumera el historiador romano Polibio en la ciudad, como pescadores, artesanos o comerciantes. Hay constancia de que los cartagineses quisieron resaltar su presencia aquí esmerándose con nuevas y fastuosas construcciones. No sabemos cuántas de estas construcciones y viviendas las realizaron los cartagineses o los íberos, pero es normal que ante la llegada de los primeros se destruyeran elementos primitivos, y que las condiciones de dominio sobre los nativos no fueran muy ventajosas, lo que parece que pudo influir en la población local ante la posterior llegada de los romanos y su posible colaboración con estos ante los cartagineses.

Cuando Anibal el cartaginés salió con su poderoso ejército de aliados, mercenarios y elefantes hacia el norte dispuesto a la conquista de Roma se cruza en el camino con aliados de los romanos. Su marcha fue imbatible, aunque pasó de largo en Roma y llegó hasta el sur de Italia, aprovechando los romanos para asestar un golpe inesperado en Cartago Nova, que era su principal punto de aprovisionamiento. Se apoderaron de la ciudad cuando estaba casi desguarnecida, al estar el ejército cartaginés combatiendo en Italia y otra parte en la región del Duero para negociar con los vetones (Salamanca y Zamora) además de en la defensa de Cartagena. En su aproximación tuvieron información de pescadores nativos sobre las particularidades de la laguna del Estero o Almarjal, sus canales y sus variaciones de nivel con las mareas, lo que fue decisivo en la toma de la ciudad. En un primer ataque los cartagineses consiguieron repeler a las tropas de Scipion y se confiaron con una pequeña victoria, pero después los romanos realizaron un ataque combinado por mar y por tierra, destruyendo y quemando algunos puntos, de lo que recientemente se han descubierto cenizas y signos de violencia en una casa púnica, aunque no debieron arrasar la ciudad de manera total. El general cartaginés Magón trató de recuperar la plaza desde el mar sin éxito.

Una vez saqueada la ciudad, el romano Scipion se mostró magnánimo para agradecérselo a los hispanos y cuando se entregan los rehenes y el botín de guerra, entre ellos se encuentra una bella dama que él devuelve a su prometido Alucio, que era un caudillo celtíbero, ganándose las simpatías de todo el mundo. Fue lo que se llamó la "Continencia de Scipion", reproducida en numerosos cuadros por pintores de diversas épocas.


La continencia de Escipión, Federico de Madrazo y Kuntz (Museo de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando)

Pero no contento con esto organizó unos magníficos juegos en conmemoración y honor de su padre y tío muertos en las batallas contra los cartagineses. La liberación de rehenes nativos de tribus de toda la península fue una brillante operación de los romanos, que sin duda les ayudó en el proceso de conquista.

Por el siglo VI, ya después del dominio romano, sucede un episodio extraordinario. La diócesis o provincia Carthaginense era un herencia de Roma que, como las demás diócesis, pervivió en las sucesivas legislaciones hasta muchos siglos después de la caída de Roma. En ese momento conservaba la administración territorial, y estaba gobernada por el dux o duque Severiano, un noble de familia visigoda padre de cinco hijos de los que cuatro fueron santos (los Cuatro Santos) entre los que destacó por su fama San Isidoro, más tarde Arzobispo de Sevilla. Una quinta hija casó con el monarca godo Leovigildo, quienes tuvieron a dos hijos. Uno de ellos fue  San Hermenegildo y el otro fue el rey Recaredo. Con mediación de los hermanos santos, Leovigildo se convirtió del arrianismo al catolicismo, siendo el primer rey católico.

Sin embargo, en un momento impreciso de las vidas de estos hermanos, quizá jóvenes o niños, tuvieron que salir de la ciudad con su padre Severiano debido a que los bizantinos (Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla) reconquistaron a los godos la zona costera abarcada entre Baleares, Valencia y Huelva, fijando el emperador Justiniano la capital de esta provincia en la que se llamó Carthago Spartaria y quedando la Carthaginense partida en dos: la parte visigoda en el interior y la parte bizantina en la costa. en donde permanecieron menos de un siglo. Por el otro lado la corte de los godos fue trasladada de Tolosa a Toledo, desde donde ansiaban dominar y unificar toda la península. También el primado de la Iglesia de España y la mitra del obispo, fueron trasladados en aquellos tiempos lejanos desde Cartagena, donde estaba su sede, a Toledo, que aún conserva la mitra y sede primada de la Iglesia.

Los visigodos fueron recuperando poco a poco la provincia bizantina hasta que en el 620 el Rey Suintila desmanteló la ciudad brutalmente casi por completo. Esta fue la destrucción que más afectó a la vida de la ciudad en su historia, dejándola arruinada, que no abandonada, durante dos o tres siglos, hasta el punto que cuando los musulmanes invadieron España, el cronista árabe el-Idrissi que la visitó, descubre a la ciudad como en ruinas, pero con unos monumentos que todavía podían verse a simple vista. Tras la destrucción, el obispado visigodo primado de España no regresó a la ciudad.

En los siglos posteriores se sucedieron la reconquista cristiana combinada por mar y tierra; las incursiones moriscas desde Granada y desde el mar y el norte de África; o los ataques de piratas, además de expolios como el sucedido en el siglo XVI. En aquel momento Felipe II decide levantar una muralla que proteja la ciudad de los ataques moriscos, encargando el trabajo al Duque Vespasiano de Gonzaga. Este también realiza unos reconocimientos del terreno en una zona a la que luego se llamó de Antigüones, por aparecer allí restos de grandes construcciones antigüas y que el duque aprovechó para trasladarlas a sus posesiones del Lago di Como en el norte de Italia, quedándose la ciudad sin ellos y también España.

Corría ya la segunda parte del siglo XIX, las ideas federales y republicanas se extendían en Europa con las unificaciones de Alemania y de Italia. A ello hay que unir a nivel nacional diversas convulsiones muy profundas y desafortunadas para España a principios del siglo XIX correspondiendo con la vida de Fernando VII, que eliminaron la provincia de Cartagena del nuevo sistema territorial provincial acordado en 1833, ya tras su muerte. Esta era una de las seis provincias costeras (Oviedo, Santander, Cádiz, Málaga, Alicante y Cartagena) que se crearon en 1799, en época de Carlos IV, pero su hijo fue educado por mentores oscuros y sospechosos que le influenciaron para traicionar y conspirar contra el trono de su padre ya desde su pubertad, como ya fue evidenciado por el propio Carlos IV, sin importar en absoluto la vida del país en sus extensos territorios.

Todo ello desembocó en una concienciación por recuperar instituciones o autogobierno que la libraran del encuadre territorial regional impuesto y que le resultaba tan perjudicial en su economía y en general en todos los aspectos.

En esa época extienden las ideas republicanas y federales por el país, lo que deriva en la creación de la primera república. Esto animó a muchos a reivindicar el federalismo, principalmente para adaptarlo a nacionalismos regionales. Sin embargo fue en Cartagena donde surgió el movimiento autonomista que se materializó con el acantonamiento de la base naval y la ciudad. Los cantones pronto se extendieron por el sur, el este y el centro de España. No se sabe muy bien cual era el objetivo de estas proclamaciones locales. En el Cantón de Cartagena se llegó a emitir moneda propia y muchos participarían entusiasmados. Algunos aseguran que el cantón parecía ser una reivindicación de autonomía provincial, aunque los nombres de los cantones, como Cartagena, Alcoy (Alicante) o Béjar (Salamanca), por ejemplo, no parece que se correspondieran con una supuesta idea de lucha para que sus respectivas capitales provinciales consiguieran más poder o autonomía sobre ellas. Quizá la idea errónea se debe a una publicación llamada el Cantón Murciano, que quería englobar al Cantón de Cartagena en una supuesta lucha por la autonomía de la provincia de Murcia  Lo que sí es cierto es que durante el transcurso del Cantón de Cartagena hubo un cambio importante en el mando de la plaza, como fue la entrada en su dirección de Antoñete Gálvez, natural de una aldea de la huerta de Murcia y que se ocupó hasta el final del cantón.

El desarrollo de la guerra en la ciudad contiene detalles mencionables. Las tropas llamadas centralistas bombardeaban desde las afueras en los últimos meses. Parece ser que Gálvez sabía que los centralistas buscaban en sus blancos eliminarlos, bombardeando las sucesivas posiciones que los militares cantonales ocupaban dentro de la ciudad, en base a los informadores de que disponían los centralistas, disparando estos sus cañones para acabar con ellos. Tras seis meses de una guerra que provocó miles de muertos, el resultado sin embargo es evidente y sorprendente desde todos los puntos de vista:

-Por un lado la ciudad quedó al final con sólo 27 edificios en pie, casi arrasada.
-El recinto del arsenal militar de la ciudad construido en el siglo XVIII por Carlos III, que fue base militar del cantón, y se encuentra en plena ciudad quedó, en cambio, intacto.
-Antoñete Gálvez y sus esbirros, únicamente después de que Cartagena fuera arrasada por las bombas, depusieron la lucha y huyeron en un último momento en barco a Orán, Argelia.
-A pesar de las condenas a muerte, al cabo de un tiempo volvió a su residencia y no llegó a ser ajusticiado.
-Para terminar, y como dato complementario, tras la guerra se reconstruyó la ciudad con el impulso en el sector de una construcción que fue asignada en gran parte a un destacado noble español asociado de uno de los hermanos Rothschild en Marsella. También a partir de entonces se realiza la explotación intensiva de las minas de la sierra de Cartagena. Unos propietarios eran de Cartagena o La Unión, aunque no se sabe cual pudo ser el balance económico completo, sobre todo en el retorno de beneficios que tuvieran lugar a otras regiones y países emergentes de España y resto de Europa por las inversiones asignadas en la reconstrucción y en la nueva gran explotación minera.

Ya en el siglo XX, nuevamente la condición de plaza naval de Cartagena la expuso en la guerra civil a bombardeos y al resto de cosas propias de la guerra. Al principio los aviones llegaban para bombardear por la noche y más tarde también durante el día. Las bombas y la metralla causaron desperfectos en muchos edificios del casco antigüo. El Teatro Principal, por ejemplo, con el telón pintado por el célebre Wssell de Guimbarda, fue muy afectado y más tarde hubo que derribarlo. así mismo, y debido probablemente a la trepidación de las bombas, se hundió el techo de la catedral antigüa de Santa María. Se destrulló parte del interior de muchas iglesias. En la Basílica de la Caridad sin embargo, las prostitutas fueron las que defendieron la imagen de la Virgen de la Caridad.

La ciudad no sólo ha sufrido destrucciones bélicas, sino expolios que, quizá en otro momento se muestren aquí.





 Fuente principal: José Angel Angosto García-Vaso;


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